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Predecir el clima no era tarea fácil, era una técnica que se aprendía con los años y que principalmente estaba dada a los abuelos.
Iniciado el año nuevo los ancianos emprendían su observación climática durante los primeros días del mes de enero para saber cómo iba a ser el clima del resto de año. A dicho trabajo ellos les llamaban cabañuelas. Así las familias, con conocimiento de causa, sabían que en enero y febrero las lluvias no eran intensas, que desde marzo iniciaba la época más lluviosa y que se agudizaba hasta mayo.
Para junio, en este lado del trópico, empezaba a menguar el invierno y de apoco iba apareciendo el verano que se prolongaba hasta mediados de septiembre, siendo más intenso en agosto. Luego otra vez las lluvias regresaban hasta diciembre.
Pero el calentamiento global no solo ha cambiado el clima, también le ha dado un sacudón a las prácticas agrícolas. Tres meses antes de acabar el año las familias sembraban maíz y lo cosechaban en las fiestas decembrinas. El café daba su mejor producción en los meses de abril y mayo, y otra menos importante —llamada ‘travesía’— era recogida en el mes de noviembre. Esto es solo por mencionar algunos ejemplos.
En verano los agricultores rozan varias porciones de terreno y/o hectáreas para ser quemadas. Los hogares de zonas rurales —y también urbanos— están marcados por prácticas no amigables con el medio ambiente. La basura es tirada por doquier, echada en los ríos y quebradas, o en su defecto incinerada. Los árboles son talados.
La modernización ha dejado grandes secuelas en el planeta. En la ciudad y sus periferias se contamina con las fábricas, con los automóviles, con la insaciable necesidad de acumular grandes capitales. Ese mismo pensamiento moderno ha llegado hasta las zonas rurales y las selvas, pues con la minería se destruyen los ecosistemas, las fuentes de agua y se devastan los territorios.
Los humanos y los gobiernos del mundo conscientes del daño hecho a la Tierra se han quedado en el plano de las reflexiones, haciendo acuerdos, pero no han sido capaces de trascender a lo concreto. No han avanzado hacia una modelo de vida que ayude a salvaguardar la ‘vida’. Importa más la economía, que un lugar en donde se pueda existir.
Ahora los abuelos no solo están preocupados por las cabañuelas, son conscientes que tanta devastación, resultado de la misma humanidad, los está exterminando.
Autor: @duanrula
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